Vivía sumida en mis pensamientos Y resguardada en mi mundo ajeno Aquí sólo importaba el itinerario De aquella vida insulsa y frágil, Todo lo demás era trivial para mí; Cualquier día, ese mundo se rompió: Fue su fotografía y lo que allí leí.
¿Era mi culpa? Le preguntaba a mi compungido ser no me respondía. En él sólo existía oscuridad.
Esa oscuridad impenetrable y compleja, Compleja como los sentimientos sin revelar.
¿En qué momento abandoné lo importante?
Demandaban las lágrimas de mi rostro impasible lágrimas serenas y transparentes cual llovizna que refresca y adormece los pétalos de esa flor, Flor inmaculada que no ha culminado su transitar, Flor a la que le falta expandir su aroma, Su belleza, su elegancia y su candor, Esa flor que no debiera marchitar ni dolerse Por aquel idilio que un día se marchó.
Tanto la flor como la vida y el amor son frágiles, vulnerables y mortales pasajeros que hoy están y mañana no.
Karen Dayana Lazaro (9f)