“Estudie, para que no sea policía”, es la típica afirmación que escucha un adolescente. Sin embargo, siempre me pregunto ¿“tendremos la suficiente valentía, los jóvenes de hoy para ser policías? Lo digo porque he visto de cerca lo que es trabajar desde las 6:30 hasta la media noche, el perderse de las reuniones familiares, el soportar los insultos, los golpes y la intolerancia de la gente rebelde y amargada que tiene que confrontar; l saber que salir a trabajar y cumplir con sus deberes es exponerse en todo momento a situaciones de peligro y hasta de muerte.
A raíz del suceso que vivió la policía nacional, hace poco en mi Colombia, veo a mi padre dolido por todas las circunstancias negativas que se desencadenaron de semejante situación. Duele, porque siguen siendo seres humanos, cada uno en su individualidad responde de acuerdo a unos patrones o comportamientos. Por mi parte, comprendo, porque la preparación y realización de esta profesión implica cuidar su integridad, su familia, su institución y la comunidad.
Tengo un padre policía, con 20 años en esa institución, y lo he visto afligirse por sus compañeros que mueren, lo he visto llegar golpeado y con su uniforme roto por los ataques de otros, lo he extrañado por no estar presente en nuestras reuniones, le he visto cabizbajo por los errores de unos y también porque la sociedad es injusta cuando generalizan las actitudes de una centena de hombres y mujeres que más que fallas, sirven y ayudan a ordenar los desórdenes comportamentales de otros.
Escucho decir a los adultos muchas injurias contra los agentes, pero aún soy muy joven y también veo una sociedad hipócrita: cuando son testigos de un delito, “nadie vio nada”, pero sacar el celular, grabar y tomar fotos, eso sí es un derecho; la sociedad pide ser más cuidada y protegida, pero no hace nada para que no hayan delincuentes. En fin, mientras el mundo siga corriendo, yo seguiré esperando que en algún momento se detenga, tenga más amor y perdone a todo aquel que se equivoca.
Juan Camilo Gonzalez Reyes (9f)