Si nos detenemos a analizar la manera en la que se educan los estudiantes en las escuelas o colegios, siempre se llegará a un punto importante: ¿Para qué nos educan? La respuesta es fácil, se nos educa para ser empleados.
¿Por qué no nos enseñan sobre la inteligencia emocional o temas como contabilidad, ventas, creatividad e innovación? Es simple, a nadie le conviene que sepamos ser exitosos. No soy la única que piensa de esta forma, sé que muchas personas conocen este tema y dan básicamente las mismas conclusiones… es porque el sistema educativo que aún tenemos es tan, pero tan antiguo que no se abre a cosas nuevas que nos servirán mucho a corto y largo plazo. Y es que la escuela es un lugar donde nos enseñan conocimientos básicos que deben ayudarnos en este mundo. Sin embargo, por una u otra razón, no se nos inculcan las habilidades que necesitaremos en el futuro. Por eso, para lograr que un niño sea exitoso, los padres deben hacer un gran trabajo en casa.
Y es que en el colegio nos enseñan un poco de todo, desde resolver una ecuación, la fecha en la que fue descubierta América, hasta la forma en la que interactúan los elementos químicos entre ellos para formar todo lo que conocemos hoy. Pero se les olvidó conocimiento importante: cómo hacer un cheque, pagar los impuestos, como comprar una casa, hacer una hoja de vida o lo que significa tener una buena calificación crediticia, ventajas y desventajas de las tarjetas de crédito o estrategias de emprendimiento, entre muchas otras. Entonces, ¿que nos están enseñando realmente? Enseñan cómo memorizar, recitar y después olvidar, aprendemos que no importa el tiempo invertido en una tarea que probablemente no va a tener mucha atención, porque es importante una buena nota, nos enseñan que la escuela ya no se trata de educación sino que se trata de memorizar y presentar las cosas de la manera que le guste a un docente. Lo más triste es que nos enseñan odiar lo que más queremos amar: el conocimiento. Porque el colegio ya no se trata de aprender sino que se trata de aprobar.
Por Alejandra Chica Vega 10°E